Allá en Santa Fe de la Veracruz
Me permito escribir esta columna de comentario en primera persona ya que no podría de otra manera, darle la emoción y el verdadero sentido que, así, contándolo como una anécdota personal posee.
Una noche, en la confitería con show donde trabajaba como presentador, en la calle peatonal de Santa Fe, el propietario me pidió especial énfasis en la presentación de la cantante que ocuparía esa semana el cartel principal de la casa.
María Helena -con hache-, era su nombre y su perfil era heleno como sus antepasados. Sin ser fea no era de belleza deslumbrante, pero cuando, tras anunciarla, ocupó el micrófono demostró que la belleza no se aloja en una cara bonita ni en un cuerpo de escalofriantes medidas y formas.
Mucho público generó la actuación de esta chica bonaerense que cantaba El dominguero y una galopa de Guillermo Mehaudy -algo así como Ricardo Ojeda en Misiones- y Juan Carlos Mordini, llamada Canto Islero.
Mehaudy, el maestro santafesino, junto al inefable Alberto Frutos, dio a María Helena en Santa Fe lecciones de canto, vocalización y de teoría musical y desde esa ciudad la joven cantante regalaba su voz por todo el Litoral, esa zona que amaba con un amor que demostraba con su canto, con su voz, una de las màs hermosas del folklore argentino.
Debo aclarar que la llegada de María Helena a estos hombres fabricantes de cantantes no fue casual. Ya habían estado allí Daniel Toro, el Chango Nieto, Horacio Guarany y otros de gran trayectoria. Mehaudy y Frutos eran realmente maestros de pulir cantantes.
Tiene en Santa Fe, la recordada novia de Posadas, un gran cariño que nace de haberla tenido en sus calles como una vecina más, para mí fue un gusto inolvidable haber compartido trabajos con ella, y cada vez que escucho los versos de Canto Islero cantados por ella experimento la misma emoción que cuando la oí por primera vez.
Esteban Abad
Publicada: Diario "Primera Edición"
Posadas,17 diciembre 2005